sábado, 21 de enero de 2012

El país de las últimas cosas


- Abandoné la esperanza de ser alguien - decía -. El objetivo de mi vida era huir de lo que me rodeaba, vivir en un sitio donde ya nada pudiera hacerme daño. Intenté destruir mis lazos uno a uno, dejar escapar las cosas que me importaban. La idea era lograr la indiferencia, una indiferencia tan poderosa y sublime que me protegiera de cualquier ataque. Me despedí de ti, Ana, me despedí del libro, del pensamiento de volver a casa, incluso intenté despedirme de mí mismo. Poco a poco me volví tan calmo como un Buda, sentado en un rincón sin prestar atención al mundo que me rodeaba. Si no hubiese sido por mi cuerpo - las demandas ocasionales de mi estómago y de mis intestinos - tal vez no hubiese vuelto a moverme. Me repetía a mi mismo que la solución perfecta consistía en no desear nada, no ser nada. Al final llegué a vivir casi como una piedra.

El país de las últimas cosas - Paul Auster

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