martes, 6 de septiembre de 2011

Kafka en la orilla


"En el viaje un compañero, en la vida compasión."

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Aún el encuentro más trivial está predestinado.

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Tras una cena sencilla cuando salgo al porche incontables estrellas titilan sobre mi cabeza. Más que un cielo tachonado de estrellas, parece que las hayan esparcido al azar. Ni siquiera en el planetarium se ven tantas. Algunas son gigantescas, rebosantes de vida. Parecen hallarse al alcance la de mano. La visión es tan hermosa que quita el aliento.
Pero no sólo es hermosa. "Sí, las estrellas también viven y respiran, igual que los árboles", pienso. Ahora me están contemplando. Saben lo que he hecho hasta este momento, saben lo que me dispongo a hacer en el futuro. Nada escapa a su mirada, ni el más trivial de los detalles. Bajo este cielo resplandeciente vuelve a invadirme un pánico atroz. Se me hace difícil respirar, los latidos del corazón se me aceleran. Hasta hoy había vivido bajo un número prodigioso de estrellas y ni siquiera había reparado en su existencia. No me había detenido un solo segundo a pensar en las estrellas. Y no sólo en las estrellas. ¿Cuántos miles de cosas habrá en este mundo que desconozco? ¿Cuántas cosas en las que no he reparado jamás? Al pensar en ello, me siento terriblemente impotente. Vaya adonde vaya no podré huir jamás de esta impotencia.

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Aguzando el oído al fluido y exquisito violonchelo de Fournier, el joven se acordó de su niñez. De cuando iba todos los días a un río cercano a pescar peces, especialmente lochas. "En aquella época, yo no tenía por qué pensar en nada", se dijo el joven. "Había bastante con ir viviendo. Sólo por el simple hecho de vivir, yo ya era alguna cosa. Era algo espontáneo. Pero, en un momento dado, dejó de ser así. Vivir me fué convirtiendo en nada. ¡Qué cosa tan extraña! La gente nacemos para vivir, ¿verdad? ¿Cómo es que yo, conforme he ido viviendo, he ido perdiendo contenido hasta convertirme en una persona vacía? Y además, de aquí en adelante, a medida que vaya viviendo posiblemente siga convirtiéndome en una persona más vacía todavía. Aquí hay un error. No puede pasar una cosa tan extraña. En alguna parte debe poder cambiarse la dirección de la corriente.

Kafka en la orilla - Haruki Murakami