sábado, 21 de julio de 2012

La cura Schopenhauer - Irvin D. Yalom


Pam se quedó aturdida. Apenas oyó lo que John le decía. El mensaje se quedó atascado durante días como un bolo alimenticio indigerible e imposible de regurgitar. Hora tras hora oscilaba entre el odio y el amor, entre el deseo de él y el deseo de verlo muerto. Se imaginó cosas que podían pasar. John y su família muertos en accidente de tráfico; la mujer de John muerta en un accidente de aviación y John presentándose, a veces con sus hijas, a veces solo, en su casa. Unas veces ella se lanzaba a sus brazos, otras lloraban tiernamente juntos, otras ella fingía que había un hombre en su casa y le cerraba la puerta en las narices.
Pam se había beneficiado mucho de los dos años de terapia individual y de grupo, pero en esta crisis la terapia no dio frutos: se veia impotente ante el monstruoso poder de sus obsesiones. Julius hizo lo que pudo. Se mostró infatigable y echó mano de todos los recursos de su caja de herramientas. Primero le pidió que se observara y que llevara la cuenta del tiempo que dedicaba a su obsesión. Entre cuatro y cinco horas al día. ¡Asombroso! Y parecía que ella no podía controlarlo; su obsesión tenía un poder demoníaco. Julius intentó ayudarla a recuperar el control mental insistiendo en una paulatina y sistemática disminución de su tiempo de fantasías. Viendo que eso fallaba, recurrió a un enfoque paradójico y le dijo que escogiera una hora cada mañana para dedicarla por entero a pensar en sus fantasías más reiteradas acerca de John. Aunque Pam siguió sus instrucciones, la obsesión se negaba a ceder y siguió invadiendo sus pensamientos. Julius le sugirió entonces algunas técnicas para dejar de pensar. Pam se pasó días gritando "¡No!" a su propia mente o maltratándose las muñecas con una goma elástica.
Julius probó a desactivar la obsesión poniendo al desnudo su significado latente. "La obsesión es una distracción: protege de pensar en otras cosas -le explicó-. ¿Qué se oculta tras ella en tu caso? Si no existiera la obsesión, ¿en qué pensarías?". Pero la obsesión no perdía terreno.

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