domingo, 29 de enero de 2012

La espuma de los días


Llamaron a la puerta y apareció un manipulador que empujaba una carretilla blanca esterilizada. La producción de Colin del último día se escondía bajo un lienzo blanco, y el lienzo quedaba levantado en uno de sus extremos. Aquello no habría pasado si los cañones fueran perfectamente cilíndricos, y Colin se sintió preocupado. El manipulador salió y cerró la puerta.
- ¡Ah!....- dijo el hombre -, no parece que se haya arreglado.
Levantó el lienzo y aparecieron doce cañones de azul y frío acero, en cuyos extremos se abría una hermosa rosa blanca, fresca y sombreada de beis en los huecos de sus aterciopelados pétalos.
- ¡Oh!.... - murmuró Colin -, ¡que bonitas son!
El hombre no dijo nada y tosió dos veces.
- No vale la pena que vuelva mañana al trabajo - dijo dudando.

La espuma de los días - Boris Vian


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